Fiel a mi tardanza general, motivada por mi poliocupación,
vengo a comentar la obra completa, recogida en tres volúmenes por Norma
editorial, de Las aventuras de Adéle
Blanc-Sec¸ obra del genial Jacques Tardi.
El personaje principal, heroína de las historietas, es Adéle
Blanc-Sec, una escritora francesa afincada en París que vive de publicar sus
propias aventuras. Es una mujer atractiva, capaz de despertar pasión en los
hombres y celos en las mujeres, que, muchas veces de manera absurda, se ve
envuelta en aventuras bastante dispares.
Sus aventuras transcurren en un París pre-contemporáneo, en
torno a 1911, con los tambores de la I Guerra Mundial ya sonando de fondo. De
hecho, el personaje de Adéle es una prolongación del antimilitarismo declarado
de su autor, Tardi, como ya demostró en la obra ¡Puta guerra!. Pese al nacionalismo reinante en Francia por
aquellos años (recordemos el caso Dreyfuss y el asesinato de Jean Jaurés), Adéle
muestra un contrapunto cínico contra aquellos que promueven la lucha armada
como solución política a todo.
Las aventuras de Adéle están impregnadas de lo fantástico y
lo sobrenatural: pterodáctilos salvajes, momias que vuelven a la vida, sectas
babilónicas secretas con lo más selecto de la sociedad parisina,… La galería de
personajes secundarios es igualmente importante, pudiendo estos clasificarse
según sus diferentes funciones:
- Entre los científicos, destacan el profesor Ménard
(responsable del Jardin des Plantes y quien devuelve, cual Frankenstein, al
pterodáctilo a la vida), Robert Esperandieu (quien sorprende al convertirse en
uno de los villanos contra los que lucha Adèle) y el profesor Dielevault (otro
de los grandes enemigos que tiene la escritora en su contra).
- La policía aparece siempre caracterizada entre
incompetente, en el caso del comisario Caponi y del detective Simón Flageolet;
cruel y déspota, en el caso del comisario Laumanne; o manipuladora y corrupta,
como le sucede al comisario Dugommier, líder de la secta adoradora de Pazuzu.
Curiosamente,
los bandidos muestran dos caras diferentes: los hay que intentan asesina a Adéle
(sus primigenios ayudantes Albert y Joseph, o el tirador Thomas Rove); pero
entre éstos se cuenta el que parece el único hombre por el que se ha interesado
la damisela parisina, Lucien Ripol, que aparece en su primera aventura, Adéle y la bestia.
- Sus amistades, si es que pueden calificarse como tal, y
que sirven de contrapunto cómico a la intriga principal, se sitúan siempre en
el lado de la marginalidad y el ocultismo, muy a menudo salpicados por el
alcoholismo. Es lo que le ocurre al soldado Lucien Brindavoine, excelente
ejemplo de militar asqueado de la guerra y del trato que la sociedad les
dispensa a los soldados tras la misma; el payaso y humorista Roy o la momia (sí,
una momia) que tenía Adéle en su casa y que, un día, tras cuatrocientos años
dormida, cobra vida y se marcha a conocer el incipiente siglo XX en Momias enloquecidas.
- Mención especial merece el multimillonario, y malvado, Otto Lindenberg, un capitalista especulador condenado a la parálisis, que, sin embargo, es capaz de ejecutar el mal por puro placer. Recuerda, poderosamente, a cualquiera de esos magnates que pueblan la geografía mundial, que hacen y deshacen con su dinero sin que ningún gobierno sea capaz de controlarlos, y que carecen de ética porque la ley no se hizo para ellos.
Toda la saga se enmarca dentro de la denominada corriente steampunk, en la que el retrofuturismo
se basa en la estética victoriana de finales del XIX y principios del XX, con
los adelantos técnicos -y visionarios- surgidos en la época. Todo ello, por
supuesto, bajo el prisma cínico de Tardi, quien muestra su desconfianza hacia
el ser humano a través de los diálogos de los personajes.
Los tres tomos de la edición completa de Norma Editorial se completan con la novela gráfica "El demonio de los hielos", una historia muy del estilo de Julio Verne, una referencia fundamental, sin duda, para Tardi.