lunes, 28 de septiembre de 2009

Se querían

Se querían. Y estaban tan obcecados en su amor, que poco a poco dejaron de salir juntos a cenar, a ir al cine, a las reuniones en casas de amigos para comentar el último partido de fútbol, o la estupidez política de la semana; empezaron a faltar al trabajo, al supermercado, a las clases de aeróbic, a los paseos por las alamedas; fueron encerrándose en casa: del salón pasaron a la cocina, de la cocina al baño, del baño al pasillo, y al final recluidos en la habitación. Se instalaron en un domingo perpetuo. Dejaron de comer, de dormir, de hablar, de leer. Simplemente se quedaron abrazados el uno al otro, acurrucados en la cama, en una habitación a oscuras. Fueron consumiéndose lentamente en el amor del otro, pequeñas células microscópicas, incapaces ya de hacerse el amor, pero, curiosamente, amándose.

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