Ed Brubaker
utiliza algunos de los lugares comunes del género, como la mujer fatal, el
solitario perdedor como protagonista, el ambiente sórdido o la moral del
antihéroe en una sociedad inmoral. Sin embargo, tanto los argumentos como los
diálogos permiten que la historia no nos desespere, e incluso llegue a
sorprendernos. Éste es sin duda el punto fuerte de la novela gráfica. En
cambio, el trazo elegido por Sean Phillips parece perderse a veces. Y eso que
el género negro permite, dentro de una novela gráfica, un trazo menos definido,
ya que predominan los colores oscuros. Sin embargo, tanto el entintado como el
dibujo están lejos de la que, al menos de momento, sigue siendo la obra de
referencia de este tipo de novelas gráficas, Sin City.
La primera
de las historias es la titulada Mala
noche. Se trata de un arco argumental desarrollado en cinco actos en los
que el escritor Jacob Kurtz, en una de sus noches de insomnio, acaba en un bar
de comidas nocturno, donde conocerá a Iris. Siguiendo la voz de su conciencia,
que se manifiesta en el detective Frank Kafka cuyas aventuras escribe Jacob, irá
introduciéndose cada vez más en una espiral de desenfreno y delito de donde
cada vez le será más difícil salir para poder hacer lo correcto. Lo más
interesante de esta primera historia es el personaje protagonista, Jacob Kurtz,
cuyo carácter apocado y tímido esconde realmente una personalidad totalmente
sorprendente. El juego de voces que mantiene con su creación, el detective
Kafka, una especie de Elliot Ness que le sirve para parodiar los clichés del
género, permiten construir un personaje redondo y llevarnos hacia un desenlace
inesperado.
En Los pecadores, aparece Tracy Lawless, un
ex soldado contratado como matón por el jefe del hampa, el señor Hyde. Pese a
lo que pueda parecer dado su oficio, Tracy es una persona con una moral recta e
incorruptible, que sólo asesina a aquellos cuyos actos merecen tal castigo. Una
ola de ejecuciones llevadas a cabo en el barrio por una banda misteriosa, y los
remordimientos de Tracy hacia su jefe y la familia de éste, serán el epicentro
de la trama. El personaje principal, sin estar mal construido, resulta a mi
juicio menos interesante que los otros; tal vez porque es un “bueno” que actúa
con los “malos”, pero tiene siempre presente la intención de hacer el bien y lo
correcto.
Por último, El último de los inocentes es una mezcla
entre Beautiful girls y Crimen perfecto. Riley Richards regresa
a su pueblo para pasar las últimas horas con su padre, enfermo terminal. Este
regreso es también una vuelta a la vida que había dejado atrás: su amistad con Friqui
Gordon, convertido ahora en un ex alcohólico; y la hermana de éste, Lizzie
Gordon, de quien Riley está enamorado. Pero Richards esconde un par de secretos
tras de sí: por un lado, sus deudas de juego con el señor Hyde, que se traducen
en una necesidad acuciante de dinero que podría prestarle su millonario suegro
si no lo odiase; por el otro, su matrimonio cada vez más roto con Felicity
Doolitle, quien le engaña con el rival de Riley, Teddy. Además de las
constantes referencias subliminales, resulta atractivo el juego que hace entre
el estilo de la edad adulta, y el dibujo y diseño de la juventud de Riley, con
un estilo que recuerda a Archie y sus amigos (no en vano, la historia es una
vuelta de tuerca a las historietas de Archie).
Por último,
cabe destacar la historia corta que se incluye como material adicional, al
final del libro, Noir siglo XXI. Pese
a que no tiene la extensión de las otras, resulta muy entretenida, pues de
nuevo Brubaker nos sorprende sin dejar de utilizar los recursos noir: en este caso, la femme fatale.