jueves, 26 de febrero de 2009

(Sigo viviendo del pasado, y bebiendo del futuro a tragos largos)

No lo hagáis (10 marzo-06)

No esperadme levantado por la noche, no me preparéis algo para cenar, si es que no comes nada, no saludadme, ni dadme los buenos días, ni preguntéis que tal va todo, qué estás haciendo este año, las oposiciones, aaahhh, no asintáis con la cabeza, no finjáis sorprenderos, no me pidáis tabaco, no digáis que nos tomamos una y nos vamos, no soñéis con ella o él, no os conectéis al puto messenger, no intentéis dejar de fumar, no fuméis, no discutáis sobre política, no opinéis sobre el amor, no disfrutéis con el mal ajeno, no hagáis dieta, no hagáis viajes, no dudéis, no estéis seguros de nada, no corráis, no cojáis el coche. No améis, no seáis amados, no sufráis, no os alegréis, no leáis esto. Por favor, no lo hagáis.

domingo, 22 de febrero de 2009


He estado echando un vistazo al espacio que tenía por ahí perdido, en este microverso de caracteres y pornografía mentolada. Encontré cosas que escribí hace tiempo, antes quizás de conocerme, y que me trajeron extraños recuerdos. Qué cosa tan rara ésa de la memoria. He releído aquello que una vez sentí, y se ha vuelto todo más oscuro, como las nieblas que han de visualizarse antes de morirnos del todo. Quizá a ti te sugieran algo, Condena. Voy a abstraerme.


Bienvenidos camaradas (10 febrero-07)

Empieza el viaje hacia el lado oscuro del corazón. Soy un pirata perdido en un mar sin agua, atrapado en una red de cables, con media vida por delante y otra media por detrás. Mi intención es demostrarle el porqué, y en ese caso la pregunta da igual. Algunos leerán mi cuaderno de tristezas y penas, otros me tomarán por loco, y posiblemente la mayoría continúe su vida sin la menor objeción. Pero consideremos esto como el comienzo de algo importante, un modo de vida para discutir con Dios las cosas que no me gustan de Él. Empecemos.

miércoles, 18 de febrero de 2009

Días que, de puro repetirse, me aburren

Es difícil, dentro del torbellino
sacar la cabeza del agua para poder respirar

Resulta que hoy, mientras caminaba de vuelta a casa
- el sol por fin se había decidido a calentarme-
recordé una de aquellas tardes que pasábamos juntos
vagabundeando la ciudad, de un lado a otro
sin nada fijo que hacer o que decir,
lo que daba pie, sin duda, a hacer
o decir
TODO lo que quisiéramos.
Nos arrastrábamos por los bares y los parques
mezclando la ficción con la belleza,
creando proyectos que morían con la misma tarde.
Y, cuando regresabas a casa,
no quedaba en ningún momento
esa sensación dulzona de haber perdido el tiempo.
Porque era entonces, cuando le ganábamos al reloj de agua

Hoy, sin embargo, somos una masa en continuo movimiento:
llevamos apretadas agendas llenas de citas importantes,
anotamos en los teléfonos móviles aquellas circunstancias
que nuestra memoria o quimera,
es incapaz de recordar.
Nos hemos convertido en obligados.
Sólo somos capaces de realizar algo
si nos obligamos a ello:
ir al cine,
leer un buen libro,
tocar un rato la guitarra con los ojos
tomar una cerveza en silencio viendo las horas caerse, torpes
fotografiar la extraordinaria nada
pintar garabatos de niño pequeño
jugar a amarse como antes,
como nunca,
como antes

Pero no. Soñamos con ello, vivimos con ello
pensamos en ello, nos retamos a nosotros mismos:
“Venga, cabrón, no tienes huevos
a escribir algo decente otra vez, viejo.
Se te secará el cerebro antes que la polla”
Y, azuzados por nuestra digna conciencia,
nos limitamos a revisar en qué punto se torció todo.

Lo complicado cuando te ahogas no es la falta de aire,
sino saber en qué dirección has de sacar la cabeza.