martes, 16 de febrero de 2016

Libertad

Se trata, sin duda, de una de las grandes novelas, no sólo de la literatura norteamericana actual, sino de la literatura universal contemporánea. Franzen bebe de las grandes novelas realistas del XIX para trazar el retrato de una familia media estadounidense a lo largo del último tercio del siglo XX. Ubicada, principalmente en el estado de Minnesotta, la historia recorre, a través de diferentes focalizaciones, la vida de Patty y Walter Berglund, el triángulo amoroso que establece con el mejor amigo de la juventud de Walter, el músico bohemio Richard Katz, así como la prolongación de sus caracteres en sus propios hijos, Jessie, y, sobre todo, el neoconservador Joey.

Uno de los aspectos más interesantes en el tratamiento de la novela es el cambio en las focalizaciones que hemos señalado. Los cambios en la voz narrativa, dispuestos en los diferentes capítulos en los que se estructura el libro, nos permiten acceder a la mentalidad de los personajes, conocer sus motivaciones e impulsos, sus frustraciones, los sucesos pasados que han ido conformando su personalidad. Por si este prisma narrativo no fuese suficiente, Jonatan Franzen opta también por variar los registros en que se recoge la focalización de esos personajes. Así, por ejemplo, a Patty Berglund la conocemos, principalmente, a través de una suerte de autobiografía escrita para sí misma como ejercicio terapéutico de corte psicológico, que da buena muestra del carácter depresivo que sufre la protagonista. O, en el caso de Richard Katz, su tendencia a la autodestrucción en cuanto cree atisbar algún punto de felicidad o complacencia en su vida, muy marcado en el caso de los encuentros sexuales con las mujeres. El tercer protagonista en cuestión, Walter Berglund, es un abogado idealista defensor de la ecología y la sostenibilidad, profundamente irritado por la pasividad humana ante la destrucción del planeta, pero cuyo carácter indolente y complaciente le hace trabajar para un magnate del carbón que se aprovecha de su candidez.

El tema principal, omnipresente durante toda la trama, es esa Libertad a la que alude el título. Lejos de divagar acerca del concepto, Franzen se esfuerza por mostrarnos las contradicciones en las que el ser humano incurre cuando chocan virulentamente las convenciones sociales, nuestros formalismos, y el impulso (i)racional por esa libertad. Los personajes están constreñidos por las obligaciones, los problemas de los que nos rodean. Cada uno de ellos está privado de la libertad de un modo u otro. Patty, toda vez que se casa con Walter y cría a sus hijos, pierde su referente en la vida, lo que la sume en un estado de depresión que acaba resolviéndose en la traición hacia Walter. Éste, acostumbrado a un ambiente hostil, de padre alcohólico y hermanos gandules, siempre ha trabajado sin apenas quejarse, y, por tanto, nunca ha aprendido a ser feliz. Cuando le llega la oportunidad, mediante su hermosa ayudante Lalitha, se niega a esa posibilidad simplemente porque no sabe ser feliz. También es flagrante el caso de Katz, cuyo bien más preciado en el mundo es su amistad con Walter y Patty, y que se empeña en romper, como un inevitable fatum. O el representante del conflicto generacional, un inteligente Joey que en edípico contraste con sus padres, se posiciona a favor de la guerra de Irak y las oportunidades de negocio estadounidenses, pero que al final acaba cediendo esa ambición, que es su verdadera naturaleza y libertad, por no saber romper con su novia de toda la vida.

Se aprecia, así mismo, un conflicto latente entre la civilziación y la naturaleza, presente sobre todo en ese Lago Sin Nombre con el que termina la novela, y que constituye una suerte de no lugar, un espacio en el que se es verdaderamente libre -no en vano, es donde Patty y Richard consuman su relación, una relación que había quedado en suspenso desde los años universitarios de ambos- y esa verdadera libertad es la base de la felicidad real.


El tono narrativo, un estilo muy cuidado (con una prosa que fluye de manera muy natural), y la construcción de los personajes (que son absolutamente redondos, vivos, modernos) son los grandes aportes de esta gran novela americana.

lunes, 8 de junio de 2015

Un médico novato



A principios del verano de 1936, el joven doctor Pablo Uriel, recién terminada la carrera de Medicina, es enviado a Rincón de Soto, un pequeño pueblo riojano donde comenzará a ejercer como médico sustituyendo al doctor habitual. Sin embargo, el estallido de la Guerra Civil pilla a Uriel desprevenido, y un grupo de falangistas le ordenan presentarse en el cuartel de Zaragoza, donde, a causa de sus ideas progresistas, es detenido. Allí pasará gran parte de su condena, sin saber de qué se le acusa exactamente, y con la desconfianza hacia la justicia militar que fusila a sus prisioneros sin razón justificada. Finalmente, Pablo Uriel es liberado y regresa con su familia.

El dibujante valenciano Sento aprovechó las memorias de su suegro para relatar en esta novela gráfica el trágico suceso que aconteció en España en el siglo XX. A través de los manuscritos y cartas que dejó redactados, Sento reconstruye el contraste entre un joven médico de provincias que marcha a su primer destino frente a una época de la historia española especialmente cruenta, que no entendía de compasiones ni razones. Precisamente, el leitmotiv de toda la novela gráfica es que, en ningún momento, vemos a Pablo pronunciarse abiertamente a favor de la ideología republicana, más bien es un defensor de los valores individuales del hombre, un médico en el sentido no sólo físico, sino también espiritual. Y, sin embargo, desde que es encerrado, pende sobre él la posibilidad del paseo, de una muerte indigna, sin acusación ninguna, la civilización que ha cedido el poder a los bárbaros.


Se trata de una novela gráfica sencilla y honesta, con un trazo suave casi en blanco y negro, con el color muy matizado, que aborda un tema recurrente en nuestra literatura contemporánea como es el de la Guerra Civil. Creo que la mejor cualidad que se le puede atribuir es precisamente, esa honestidad que nace de la sencillez, que confiere al relato un gran valor emotivo, con esa escena final en la que Pablo sale a mojarse bajo la lluvia.

sábado, 6 de junio de 2015

Pyongyang


Pyongyang es el título de una gran novela gráfica escrita y dibujada por Guy Delisle. También es la capital de Corea del Norte, el (no sé si declarado por alguien) país más hermético y cerrado del mundo, donde el régimen dictatorial de un Kim (ahora van por Kim Jong-Un, según aparece en Wikipedia), ha bloqueado todo contacto entre el mundo y el interior de la parte septentrional de la península de Corea.

Es precisamente ese aislamiento lo que provoca en el resto del mundo el interés por conocer qué es lo que sucede realmente en Corea del Norte, de donde la poca información que llega está repleta de noticias increíbles; con la natural curiosidad y morbo hacia un país donde los derechos humanos son un vestigio del pasado.

El dibujante canadiense Guy Delisle aprovecha una estancia laboral en Pyongyang, donde revisa la producción de una serie de animación para un canal francés, para dar cuenta mediante la novela gráfica de la realidad del país norcoreano. En su equipaje, revisado al entrar y al salir del país, un discman con un par de discos de Aphex Twin y el clásico de Orwell 1984, que servirá como referente para comparar la distopía imaginada por Eric Blair con la que se da en Corea del Norte.


Todos los movimientos de Delisle están acompañados por un guía-traductor y un chófer cuya verdadera misión es vigilar todos los movimientos del extranjero. La vida rutinaria de Delisle durante su estancia, la incomunicación general con el mundo exterior (no tienen libre acceso a Internet, claro está) y las pocas visitas a monumentos levantados a la gloria del generalísimo líder y sus predecesores marcan el día a día del dibujante, que consigue transmitirnos en tono documental la increíble situación de un país anclado todavía en la Guerra Fría y en los conflictos del siglo XX.

domingo, 24 de mayo de 2015

En la orilla


Rafael Chirbes posee un estilo prodigioso, capaz de enlazar oraciones una tras otra, yuxtaponiéndolas con una pasmosa facilidad. Su dominio del diálogo, en las diferentes variantes de la lengua, le sirven para caracterizar acertadamente a los personajes: da la sensación de que cada uno de los personajes que conforman el universo de Olba son seres reales, y esta sensación se debe, sobre todo, a la capacidad del escritor valenciano para el diálogo. Otro tanto sucede con sus descripciones. Lejos de ser éstas prolijas y de entorpecer o detener el ritmo de la narración, construyen perfectamente el mundo atosigante en el que se desenvuelven los caracteres. El léxico es un bisturí preciso en manos de Chirbes que se abre paso hasta el fondo de nuestra consciencia para insertarnos la trama, sin dolor, permitiendo que olamos el marjal o que sintamos el asco ante la rutina cotidiana del padre de Esteban.

Frente a su anterior novela, En la orilla recrea el estado de desolación de España tras los conocidos como “años dorados” del urbanismo especulativo. Crematorio narraba la fiesta, el desmadre urbanístico, con sus miserias y oropeles. Las corruptelas de personajes envalentonados por el dinero ganado ilícitamente eran el fiel reflejo de la España de los años 90, de la cultura del “pelotazo”, del carpe diem del ladrillo. Por el contrario, En la otra orilla muestra el día de después de esa fiesta, cuando toca la limpieza, y la mayoría de invitados, si no todos, se marcharon, fueron más listos que tú y no te ayudarán a recoger los restos. Las dos novelas ofrecen protagonistas antagónicos, pues los que se mantienen en pie en Crematorio son falsos héroes, antihéroes construidos sobre la falta de moral y escrúpulos, mientras que los derrotados de En la orilla poseen un halo épico, la compasión que otorga el mal de muchos.

El protagonista principal de la novela es Esteban, dueño de una carpintería heredada de su padre, a quien la especulación urbanística convierte a la vez en víctima y verdugo. La carpintería quiebra, y Esteban se ve obligado a despedir a los trabajadores y a dedicarse al cuidado de su anciano padre, con quien siempre ha mantenido una relación difícil “edipesca”. Además, como contrapunto a Esteban, aparece Francisco, su amigo de la infancia, que establece el triángulo amoroso con la fallecida Leonor, la mujer que fuera novia de Esteban en la juventud y mujer de Francisco en la adultez; y cuyo recuerdo se alza entre ambos como un fantasma nunca nombrado. Esteban representa el peso de la ideología (su padre, republicano, estuvo escondido en el marjal durante la posguerra), el peso de la abulia (es incapaz de escapar del pueblo, para labrarse un futuro mejor, como si han hecho, con mejor o peor fortuna, sus hermanos), el peso de la realidad (que se descarga sobre él y los que de él dependen, mientras que el promotor Pedrós huye a Brasil con el dinero, y Esteban queda en Olba con las deudas), el peso de la responsabilidad (Esteban carga con el padre enfermo, mientras que sus hermanos viven fuera esperando tan solo una herencia que ya ha sido dilapidada en la especulación de Esteban). Frente a él, surge Francisco, el amigo de juventud del pueblo, perteneciente a una arraigada familia de derechas, aunque él siempre se manifestó de izquierdas, al menos mientas ser de izquierdas, y llevar chaquetas de pana, y afiliarse al PSOE clandestino era la novedad;  hasta que hubo de sentar la cabeza, estableciéndose en el mundo de la alta gastronomía como enólogo (otro mundo de impostores), y ahora, ya retirado, regresa a Olba a intentar retomar una amistad traicionada con Esteban, a contarle sus penas, a restregarle sus éxitos.

No son los únicos personajes que aparecen. Una de las características del estilo de Chirbes es el uso del monólogo interior para reflejar los pensamientos y sentimientos de los personajes. La otra gran característica, a mi juicio, es el empleo de la perspectiva múltiple. Si bien es cierto que predomina sobre todo el relato la voz de Esteban como narrador; existen otros personajes que reflejan diferentes estratos de la sociedad, y que son víctimas también de la ambición y la falta de escrúpulos de los poderosos, que presentan también sus problemas y contradicciones y miserias. Es el caso del magrebí Ahmed, que trabajaba en la carpintería, y con el que se inicia la novela cuando descubre restos humanos en el marjal (¿el padre de Esteban?); o de la ecuatoriana Liliana, que cuida del padre de Esteban hasta que éste se ve obligado a prescindir de ella, y que vive también su propio drama con el marido en paro y alcohólico; o de Joaquín, padre de tres hijos, antiguo barrendero y trabajador de la carpintería, que es el fiel reflejo de los hombres de mediana edad a quienes el despido les pilla demasiado jóvenes para alcanzar a jubilarse, pero demasiado viejos como para alcanzar a reciclarse y encontrar otro trabajo.


En definitiva, esta novela es el resumen perfecto de la España del siglo XXI, esa España que recuerda con nostalgia y cierto fervor el reciente pasado “glorioso” (la Transición, la modenización, los Juegos Olímpicos y Exposiciones Universales, el crecimiento de las ciudades, los éxitos deportivos,…) que se aferra con uñas y dientes a su condición de Europa para no salir (al menos, no del todo) de la sociedad del bienestar, pese a que los sacrificios a los que nos hemos visto obligados contradicen precisamente ese sintagma tan paradójico, la “sociedad del bienestar”.

Oigo el runrún del parloteo del promotor y el mío propio, y hasta veo la escena, la jornada en que coincidimos en el restaurante, no me acuerdo cómo me dijo el tipo que se llamaba, pero miro con melancolía aquellos tiempos de inocencia. Qué habrá sido de él y de sus jilgueros trinadores. La edad de oro estaba a punto de llegar, la tocábamos con la punta de los dedos, faltaba el canto de un duro, pero ha faltado, y al saltar para tocarla, nos hemos caído de culo: ahora todo se ha hundido, así fue la cosa, el dinero caído del cielo (al bueno del promotor le caía desde los andamios, yo tenía varios manantiales por los que brotaba), las comidas multitudinarias, la coca y la puta que sopla el trombón; y el pádel y el squash y el pilates y el brunch. Duró lo que duró, no estuvo mal, las mil generaciones que nos preceden no tuvieron un día de su vida así, la verdad que no, y ahora nos queda el dolor de cabeza que deja la resaca, ese clavo en la sien (gajes del oficio, no hay placer sin riesgo ni felicidad que cien años dure), porque las cigarras no se preocuparon de guardar para cuando llegasen los malos tiempos, y en estos momentos no es que no haya para whisky o para coñac francés: es que no hay ni para Saimaza en la despensa de casa, ni para meter en la nevera unas chuletitas de cordero congelado, no digo ya una cola de merluza de pincho recién pescada, o un mero, eso ya ni lo sueñen, es hora de llanto y crujir de dientes, de arrepentimientos: ¿adónde fueron los billetes de antaño?, ¿qué se hizo de aquellos hermosos billetes morados?

domingo, 10 de mayo de 2015

André el Gigante. Vida y leyenda.




Un género que parece estar en auge, el de la biografía bajo la forma de una novela gráfica. En los últimos tiempos existen bastantes ejemplos de ello: Alfonso Zapico y su Dublinés, el Kafka de Robert Crumb,  o incluso una de las grandes obras de todos los tiempos, no sólo dentro del ámbito de la novela gráfica, como es Maus, de Art Spiegelman.

Esta obra de Box Brown nos narra, por tanto, la vida de André Rousimoff, más conocido como André el Gigante, luchador profesional de los años 70, 80 y 90. André llegó a medir 2,28 centímetros y a pesar 272 kilos, debido a una rara enfermedad, la acromegalia, un desarrollo desmesurado de todo su cuerpo, que le pronosticaba también una muerte prematura, dado que ni sus órganos ni sus huesos podrían soportar tal velocidad de crecimiento. Con estas condiciones, el joven André sale de la granja de sus padres en Moulien, un pequeño pueblo de Francia, y acaba entrando en el mundo de la lucha libre profesional, donde se convierte en toda una leyenda. El autor va desgranando los entresijos de un negocio típicamente norteamericano, donde el espectáculo prima por encima de todo interés, y donde André consigue alzarse con el campeonato previamente amañado. A las vicisitudes del negocio en diferentes lugares en los que está arraigado (Estados Unidos, Japón, Francia,…) se le une una vida llena de incomodidades dado su tamaño, y sometido al desprecio del mundo en general.

El principal punto de interés de la obra se centra, a mi juicio, en contar cómo fue la vida del hombre más fuerte y grande del mundo en aquel momento, y en la paradoja que se da con algunas situaciones. Por ejemplo, el hecho de que no pudiese entrar al baño de los aviones que tomaba. Realmente, André tuvo que sufrir una vida llena de incomodidades que terminó con una terrible ironía final: el hombre más grande del mundo estaba condenado a no poder levantarse de su silla.

Aunque la lectura del cómic es entretenida y rápida, echo en falta la poca profundización sobre algunos de los aspectos relevantes de la vida del personaje. Apenas se ofrecen algunas pinceladas, si bien es cierto que el propio autor confiesa que ha ido reconstruyendo los hechos a partir de vídeos, entrevistas, recortes de prensa y el testimonio de quienes conocieron a André.

Por último, cabría destacar el que es el mejor momento de toda la novela, aquel en el que se describe detalladamente la pelea de André con Black Gordman y El Gran Goliat en Los Ángeles de 1974, y donde se da cuenta del mundo de la lucha libre. La pelea, que podría haber sido cualquier pelea, tiene un guión establecido en el que se juega con los maniqueos sentimientos del público, hay un babyface o técnico, que es el luchador bueno, frente a un rudo o villano, que utilizará toda clase de artimañas ilegales para ganar un combate que, no obstante, caerá del lado del técnico, cuyo carácter épico terminará por completar el espectáculo. Una vez pasado el tiempo de gloria, el técnico suele convertirse en rudo, para ceder el sillón a otro luchador, cosa que sucedió a André con Hulk Hogan, en el famoso combate del Pontiac Silverdome de 1987.

domingo, 3 de mayo de 2015

20.000 leguas de viaje submarino

 



Esta obra que figura entre las más conocidas del escritor francés Julio Verne fue publicada originalmente en el Magasin d’Éducation et de Récréation, en 1869, la primera parte y un año después la segunda. En ella se  nos cuenta que la desaparición de diferentes embarcaciones a lo largo de todo el mundo, se deben al parecer a un narval gigante, por lo que se organiza una expedición con objeto de identificar y matar al monstruo marino. En esta expedición participarán el científico narrador y protagonista, Pedro Aronnax, así como su criado Consejo y el arponero canadiense Ned Land. Tras un par de semanas persiguiendo el rastro del monstruo, el barco en el que viajan es violentamente golpeado en su casco y se hunde irremediablemente. Aronnax y Consejo son rescatados por Ned Land, quien consigue ponerlos a salvo en lo que parece ser una isla, pero que es en realidad el Nautilus, un submarino al que se había confundido con el monstruo marino. Dentro de éste, conocen al capitán Nemo, un personaje fascinante, cuyo odio por la humanidad terrestre es equiparable a su gran erudición marina y su incuestionable liderazgo dentro del Nautilus. Prisioneros en el interior del submarino, ya que conocen su existencia, comenzarán entonces un viaje a través de los siete océanos de la superficie terrestre donde les serán revelados los grandes secretos de la vida submarina.

Aunque Aronnax se muestra reacio a ello, ya que se siente feliz al poder estudiar toda la fauna marina, los tres deciden escapar durante una de las veces en las que el Nautilus asoma a la superficie para renovar sus reservas de aire. Además, el capitán Nemo se muestra cada vez más misterioso y aislado, debido al continuo hostigamiento que sufre de los buques de guerra de la superficie. Finalmente, aprovechando la confusión provocada por el ataque de un calamar gigante al Nautilus; Aronnax, Consejo y Ned Land consiguen llegar hasta la costa noruega, donde son rescatados.

Esta novela pertenece, como casi toda la obra de Verne al género de la ciencia-ficción. Se ha señalado en multitud de ocasiones cómo Julio Verne se adelantó a los avances técnicos que años después lograría la ciencia. Precisamente, uno de los logros de la novela es la explicación lógica y plausible de la vida humana bajo el mar: escafandras autónomas, la producción de aire dentro del submarino, el aprovechamiento al máximo de los recursos marinos (algas, peces,…), los fusiles y armas,… Todo esto contribuye a la magnificencia del Nautilus, que se convierte en un espacio mítico dentro de la literatura.

Dicho espacio lo comparte con el que es el personaje más interesante de la obra, el capitán Nemo. Hay dos datos interesantes en torno a él. Por un lado, ha quedado demostrado que, en realidad, el vengativo capitán Nemo era un trasunto del propio Verne, lo que le llevó a enfrentarse a su editor francés, quien quería suavizar el carácter a veces violento del capitán. Por el otro, el nombre del capitán puede relacionarse con el significado latino del término: Nemo es Nadie, o Ninguno. Así pues, tenemos de nuevo a un gran navegante llamado Nadie que muestra su astucia para sobrevivir. El antecedente de éste puede buscarse en la gran obra de cierto aedo invidente de Grecia.

El misterio en torno a Nemo se mantiene durante toda la obra. Pese a su trato correcto con Aronnax, no duda en ocultarle a éste aquello que cree que puede poner en peligro al Nautilus o a su tripulación. Su pasado es también oculto: no sabemos ni su origen, ni su nacionalidad, ni cómo llegó a odiar a la humanidad que vive sobre la faz de la tierra y se recluyó bajo las aguas. Los pocos datos que el narrador Aronnax nos da son imprecisos: su inglés no tiene ninguna clase de acento, domina además otros idiomas, y su fisionomía y forma de vestir no son tampoco determinantes.

Los otros tres personajes son en realidad tres manifestaciones de un mismo ser: por un lado, el científico Pedro Aronnax representaría la parte racional de todo ser humano; Consejo es la parte inconsciente (lo demuestra cuando antepone la vida de su señor a la suya propia) y el temeroso a la par que valeroso Ned Land sería el elemento concupiscente o pasional, la pura fuerza bruta.

El estilo que emplea Verne es muy minucioso. Demuestra tener un grandísimo conocimiento del mundo marino, tanto que podemos considerar el libro como un tratado de biología marina. Sin embargo, la minuciosidad de las descripciones de peces y otros animales, aunque a veces resulta fascinante por lo singular de las especies descritas, en ocasiones dificulta la agilidad de la novela. No obstante, hay que reconocer que la contextualización es asombrosa dados los pocos medios al alcance de Julio Verne a finales del siglo XIX.



Como dato curioso, existe una versión en película de los estudios Disney de 1954, dirigida por Richard Fleischer e interpretada por James Mason (cap. Nemo), Kirk Douglas (Ned Land), Peter Lorre (Conseil) y Paul Lukas (Pierre Aronnax). También el personaje de Nemo y su Nautilus aparecen en la serie de cómics de Alan Moore y David O’Neill, La liga de los hombres extraordinarios.


La unidad de medida a la que hace referencia el título podría tratarse de una legua marina, que equivale a 5,556 kilómetros, con lo que las 20.000 leguas serían unos 111.120 kilómetros. Si tenemos en cuenta que el ecuador terrestre tiene una longitud aproximada de 40.075 kilómetros, el viaje del Nautilus podría haber dado casi tres veces la vuelta al mundo completa. Sin embargo, sabemos por las diferentes referencias que se nos ofrecen en la novela que la ruta que sigue el submarino varía tanto en el eje norte-sur como en el este-oeste, por lo que finalmente podemos hablar de una vuelta casi completa alrededor de la parte líquida de la Tierra.

domingo, 26 de abril de 2015

Criminal (integral vol. 2)


 
El segundo volumen de la serie Criminal, cuyo guion corre a cargo de Ed Brubaker y está dibujada por Sean Phillips, está compuesta por tres historias pertenecientes al género negro. Como contenido extra, se incluye al final del libro una historia corta, Noir siglo XXI. Además, el tomo contiene la galería de portadas, una suerte de tráiler de El último de los inocentes, y un conjunto de dibujos y bocetos de películas y series clásicas de estética noir que han servido de fuente de inspiración al autor de la serie.

Ed Brubaker utiliza algunos de los lugares comunes del género, como la mujer fatal, el solitario perdedor como protagonista, el ambiente sórdido o la moral del antihéroe en una sociedad inmoral. Sin embargo, tanto los argumentos como los diálogos permiten que la historia no nos desespere, e incluso llegue a sorprendernos. Éste es sin duda el punto fuerte de la novela gráfica. En cambio, el trazo elegido por Sean Phillips parece perderse a veces. Y eso que el género negro permite, dentro de una novela gráfica, un trazo menos definido, ya que predominan los colores oscuros. Sin embargo, tanto el entintado como el dibujo están lejos de la que, al menos de momento, sigue siendo la obra de referencia de este tipo de novelas gráficas, Sin City.

La primera de las historias es la titulada Mala noche. Se trata de un arco argumental desarrollado en cinco actos en los que el escritor Jacob Kurtz, en una de sus noches de insomnio, acaba en un bar de comidas nocturno, donde conocerá a Iris. Siguiendo la voz de su conciencia, que se manifiesta en el detective Frank Kafka cuyas aventuras escribe Jacob, irá introduciéndose cada vez más en una espiral de desenfreno y delito de donde cada vez le será más difícil salir para poder hacer lo correcto. Lo más interesante de esta primera historia es el personaje protagonista, Jacob Kurtz, cuyo carácter apocado y tímido esconde realmente una personalidad totalmente sorprendente. El juego de voces que mantiene con su creación, el detective Kafka, una especie de Elliot Ness que le sirve para parodiar los clichés del género, permiten construir un personaje redondo y llevarnos hacia un desenlace inesperado.

En Los pecadores, aparece Tracy Lawless, un ex soldado contratado como matón por el jefe del hampa, el señor Hyde. Pese a lo que pueda parecer dado su oficio, Tracy es una persona con una moral recta e incorruptible, que sólo asesina a aquellos cuyos actos merecen tal castigo. Una ola de ejecuciones llevadas a cabo en el barrio por una banda misteriosa, y los remordimientos de Tracy hacia su jefe y la familia de éste, serán el epicentro de la trama. El personaje principal, sin estar mal construido, resulta a mi juicio menos interesante que los otros; tal vez porque es un “bueno” que actúa con los “malos”, pero tiene siempre presente la intención de hacer el bien y lo correcto.

Por último, El último de los inocentes es una mezcla entre Beautiful girls y Crimen perfecto. Riley Richards regresa a su pueblo para pasar las últimas horas con su padre, enfermo terminal. Este regreso es también una vuelta a la vida que había dejado atrás: su amistad con Friqui Gordon, convertido ahora en un ex alcohólico; y la hermana de éste, Lizzie Gordon, de quien Riley está enamorado. Pero Richards esconde un par de secretos tras de sí: por un lado, sus deudas de juego con el señor Hyde, que se traducen en una necesidad acuciante de dinero que podría prestarle su millonario suegro si no lo odiase; por el otro, su matrimonio cada vez más roto con Felicity Doolitle, quien le engaña con el rival de Riley, Teddy. Además de las constantes referencias subliminales, resulta atractivo el juego que hace entre el estilo de la edad adulta, y el dibujo y diseño de la juventud de Riley, con un estilo que recuerda a Archie y sus amigos (no en vano, la historia es una vuelta de tuerca a las historietas de Archie).




Por último, cabe destacar la historia corta que se incluye como material adicional, al final del libro, Noir siglo XXI. Pese a que no tiene la extensión de las otras, resulta muy entretenida, pues de nuevo Brubaker nos sorprende sin dejar de utilizar los recursos noir: en este caso, la femme fatale.

lunes, 20 de abril de 2015

Nostalgia de Charlie Parker


Un genio ingobernable, que vivió tan deprisa como los fraseos que era capaz de realizar con el saxo alto, si es que no lo había empeñado para conseguir algunos dólares. Así era Charlie Parker, el gran agitador del jazz de los años 40, que en este libro compilado por Robert George Reisner aparece dibujado por los testimonios de aquellas personas con las que se cruzó en su vida.

Apodado Yardbird (Pájaro), empezó su carrera siendo apenas un adolescente, colándose en las jam sessions de los clubes de Kansas City hasta que era descubierto y echado a patadas. Influenciado por el estilo de Lester Prez Young, pronto consigue ingresar en la orquesta de Jay McShann, con la que inicia las giras que le darán a conocer al gran público. Posteriormente, se trasladará a Nueva York, donde se asentará; aunque alternará su vida en la ciudad neoyorquina con estancias en Los Ángeles o en Kansas City, además de alguna gira por Europa, donde era venerado en Francia y Suecia, países de gran conocimiento del jazz. Su ajetreada vida, la adicción desde muy joven a las dogas, y su genialidad, lo llevarían a una depresión continuada y a varios intentos de suicidio. Sin embargo, Parker se sobrepondría, motivado por el nacimiento de sus hijos, e ingresaría en el hospital de Camarillo. Una vez recuperado, intentó llevar una vida más ordenada, pero el ambiente de los clubes nocturnos (llegaron a ponerle su nombre a un famoso club, el Birdland), las interminables jam sessions, y la muerte de algunos de sus hijos, lo empujaron de nuevo hacia los viejos malos hábitos. Charlie Parker acabaría muriendo en la habitación del hotel de su amiga la baronesa Pannonica de Koenigswarter, debido a una neumonía lobar.

Por el libro desfilan numerosos personajes fundamentales de la historia de la música que compartieron escenario e historias con Bird. Llama la atención que los numerosos testimonios del libro difieren en muchos de los hechos, pero todos coinciden en el retrato de un Parker genial y atormentado, lúdico y loco, egoísta y generoso… Contradictorio, al fin y al cabo, una suerte de Quijote del jazz, innovando en el que dio en llamarse estilo be-bop.

Su breve vida (murió a los 34 años) fue siempre sublimada por la música jazz, acompañada de la amistad de los grandes músicos que este género ha dado. Así, destaca su amistad (a veces transformada en riñas o envidias mal disimuladas) con los trompetistas Dizzy Gillespie, primero, y luego el que acabaría siendo su sustituto, Miles Davis. Otros músicos con los que el Pájaro tocó o grabó fueron: Max Roach (batería), Tommy Potter (contrabajo), Lucky Thompson (saxo tenor), Walter Bishop (piano), Tommy Turk (trombón), Erroll Garner (piano), Sara Vaughan (voz), Art Blakey (piano) o Kenny Dorham (trompeta).

La historia de Charlie Parker es también, de alguna manera, la historia de las minorías afroamericanas de los años 40. Jóvenes de clases socialmente bajas que tenían en la música una vía de escape y oportunidad de enriquecerse, pero, como le sucedió también al pobre saxofonista, acabaron cayendo en el consumo desmesurado de alcohol y drogas.


Charlie Parker ha sido siempre un icono de la música americana, que ha servido de inspiración  a grandes artistas. Recordemos, por ejemplo, el relato El perseguidor, de Julio Cortázar, una especie de biografía literaria, o la película Bird, donde Forest Whitaker interpreta al músico, dirigida por Paul Newman. Como señaló el propio Miles Davis, el gran referente del jazz en los años 60: “Louis Armstrong y Charlie Parker, ésa es la historia del jazz”.

Aquí dejo una selección de temas:

miércoles, 4 de marzo de 2015

Kingsman: The secret service



La semana pasada me di una vuelta por Action Comics (c/ Vinader, Murcia) a echar un vistazo al material que tenían, y quedé gratamente sorprendido pues la tienda, pese a no ser muy grande, tiene un poco de todo: comics americanos de las grandes editoriales (Marvel y D.C.), novela gráfica europea, manga, juegos de mesa, figuras,… Todo bien ordenado, y con un par de cajas de números atrasados y colecciones completas de segunda mano que siempre se agradecen. Entre los varios ejemplares que compré, como pequeña delicatessen que suelo incluir como capricho, esta vez le tocó a Kingsman: The Secret Service, influido (supongo) por su reciente estreno en el cine.

La novela gráfica, publicada por Panini Comics, es obra de Mark Millar, Dave Gibbons y Matthew Vaughn; y nos cuenta la historia de Gary “Eggsy”, un joven marginal de los suburbios londinenses que acaba convirtiéndose en espía de la mano de su tío, Jack London. Se trata de una parodia de ese género tan británico de la novela de espías, encarnada por James Bond, pero al que Millar mezcla con el ambiente marginal y degradado de los barrios decadentes londinenses, donde conviven los hooligans más violentos y sostenidos por el subsidio social. Tal y como señala Gonzalo Quesada en el prólogo: “A Millar le parecía buena idea hacer que se mezclaran personajes de extractos sociales tan diferentes como los personajes de James Bond y los de Trainspotting”.

Toda la historia se sostiene por los guiños de Millar a iconos de la cultura pop (por las páginas del cómic aparecen Mark Hammill, Ridley Scott o David Beckham, entre otros); su habitual humor negro (el rescate de Mark Hammill con el que se inicia el relato es buenísimo); y por el trazo bien perfilado de Dave Gibbons.



Sin embargo, en la historia hay algunos momentos en los que decae el nivel, como por ejemplo la velocidad con la que se narra el entrenamiento de Gary, que en teoría dura tres años, o los tópicos que aparecen a lo largo de toda la narración. A pesar de ello, su lectura es entretenida y bastante recomendable para quienes no sean muy sensibles a la ultraviolencia que practica Mark Millar en sus cómics (Kickass, Wanted), todo un Tarantino de la novela gráfica.




domingo, 1 de marzo de 2015

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Un sábado de agosto de 1914 en que la tarde se prestaba a ello, Anthime decide dar un paseo en bicicleta por la campiña, aprovechando el sol para leer un rato sobre la hierba. Cuando asciende a un montículo, al salir de la ciudad, una ráfaga de fuerte viento está a punto de derribarlo y le obliga a poner pie a tierra. Desde esa privilegiada vista de la Vendée, Anthime escucha el repicar de las campanas de la ciudad: Francia acaba de declararle la guerra a Alemania, dando inicio al primer gran conflicto mundial del siglo XX.

Tanto los periódicos, políticos, militares y pueblo llano consideran que el asunto no es grave, pues en apenas quince días se habrá solucionado el conflicto. Sin embargo, termina el verano, y el conflicto continúa. Anthime y algunos de sus amigos del pueblo son llamados a filas, y, una vez en el frente, descubren el horror que la historia les tiene preparado en la I Guerra Mundial. Nada tiene lógica, todos los días amanecen en una zanja llena de miembros amputados, bombas que resuenan sobre sus cabezas, morteros que estallan llenando el espacio de humo y sangre… Anthime pierde un brazo y es licenciado, con lo que puede regresar a casa y pedirle matrimonio a Blanche, quien ya sabe que su antiguo novio Charles, también amigo de Anthime, ha sido derribado en el aire. Finalmente, Anthime deja embarazada a Blanche.

Una de las principales características de la novela de Echenoz es su brevedad y concisión. Pese a ocuparse de un tema que ha estado de moda en este reciente año 2014, por el aniversario de la guerra, Echenoz no centra su mirada en los protagonistas de la guerra, ni en las grandes batallas; antes bien, toda la novela gira en torno a esos jóvenes sin demasiadas aspiraciones, pueblerinos burgueses que no entienden realmente bien los motivos del conflicto y que se ven abocados a él sin remedio. Anthime, Padioleau, Arcenel y Busois, además de Charles, se presentan de manera humilde, imprecisa, y casi resulta de agradecer, pues el horror de los bombardeos hace que, de una página a otra, perdamos al personaje que hasta hace unas líneas estaba conversando con nosotros.

Echenoz se ciñe, por tanto, a esa pequeña parte de la historia que Unamuno acertó a llamar la “intrahistoria”, la historia de los personajes anónimos, sin cuya participación el devenir histórico habría sido bien diferente, y cuyo recuerdo honran placas con epitafios demasiado generalistas, a soldados desconocidos y libertadores de la patria caídos.

Además, el autor francés demuestra su gran maestría en el arte de narrar, pues lo condensado de la novela, apenas cien páginas, es suficiente para transportarnos al convulso inicio del siglo XX mucho mejor de lo que muchos y más voluminosos tratados de historia pueden hacerlo.