miércoles, 23 de abril de 2014

Lo que mueve el mundo



El final de la primera mitad del siglo XX estuvo marcado, indiscutiblemente, por dos sucesos que afectaron a Europa de manera determinante. Por un lado, la Guerra Civil española, que resultó ser el preámbulo del segundo de esos acontecimientos, la II Guerra Mundial.

La novela se inicia con el exilio de Karmentxu, una de las miles de niñas y niños que fueron enviados a hogares de acogida durante la contienda española. En el caso de la niña bilbaína, ella y su hermano fueron enviados a Gante, donde cambiará la vida del joven escritor Robert Mussche. Gracias a ese hilo de unión, los años que pasa Karmentxu en casa de los Mussche, logramos ir conociendo la vida y destino de un escritor casi anónimo que vivió el horror de la ocupación nazi, y que luchó (pagándolo con su vida) contra la opresión que el régimen alemán quiso extender a toda Europa.

Sin embargo, lo verdaderamente importante de la novela no es tanto el trasfondo, que sirve para contextualizar la vida de Mussche, como la actitud y determinación que éste fue adoptando a lo largo de su vida, cómo su forma de ser y pensar, rescatada por Kirmen Uribe, se convierte en un alegato que representa, como bien dice el título, lo que mueve el mundo.

Uribe traza de manera ejemplar la biografía de un hombre casi desconocido, un poeta perdido en la época de guerras, comprometido intelectualmente con las ideas socialistas y las libertades. Se trata de una novela de la memoria, cuyo final, triste pero sin embargo esperanzador, y los testimonios que recoge a lo largo de toda la novela, nos transmiten una actitud moral frente a cualquier sinrazón que la barbarie pueda provocar: Kirmen Uribe nos dice, a través de los hechos de Robert Mussche, qué es lo realmente importante, qué es lo que mueve el mundo: el amor, la amistad, la abnegación,…

De la novela en sí quiero destacar dos aspectos. De una parte, la mezcla de ficción y realidad, que aparecen entrelazadas como un solo ente. Uribe-narrador y Uribe- personaje se confunden, al igual que se confunden las voces narrativas, y a partir de un suceso contado durante un encuentro literario en Bogotá, el escritor vasco va tirando del hilo de la historia, contactando con Karmentxu y la familia belga que le acogió, rescatando los fragmentos de la vida de Mussche y mostrándonos el mosaico que se configura la vida de una persona real, perdida en el maremagnum de una época convulsa.

De otra parte, la poeticidad está latente durante toda la novela, pues es incuestionable que Uribe es, ante todo, un poeta. Así, en determinado momento, afirma esa voz de Uribe que se confunde entre narrador y personaje:


“Un viejo poema chino dice que si dos personas se quieren mucho, sin han estado muy unidas y una de las dos muere, la que muere en realidad es aquella que sigue andando.” 

Wilt



Henry Wilt es un aburrido profesor de Formación Profesional en una ciudad inglesa. Carece de ambición e iniciativa y sus alumnos eluden cualquier tipo de enseñanza por su parte, motivos por los cuales no llega nunca a consolidar su plaza de profesor en el Centro de Formación, y es reprochado por su mujer, Eva, llena de carácter y fuerza y que se mueve impulsivamente. Cada tarde, mientras pasea a su perra, Wilt fantasea con la posibilidad de asesinar a su mujer. Por su parte, Eva conoce en un curso de XXXX a Sally Pringsheim, una americana que encandila a Eva con sus teorías sobre la liberación sexual femenina.

Los Wilt asisten a una fiesta en casa de los Pringsheim llena de seudointelectuales, y en la que Henry es acosado por Sally. Al negarse a tener relaciones con ella, ésta le golpea dejándolo inconsciente, lo desnuda, y le acopla una muñeca hinchable, Judy. Cuando Henry vuelve en sí, intenta liberarse de la muñeca, golpeándose en la cabeza y llamando la atención de todos los invitados, quienes lo descubren. Avergonzado y ebrio se marcha de la fiesta, y Eva se queda, consolada por Sally y Gaskell.

Wilt decide llevar a cabo su plan de asesinato con la muñeca hinchable: la viste como su mujer y la arroja al agujero de los cimientos del nuevo edificio del instituto. Al día siguiente, cuando los obreros están empleando el hormigón para el pilar, creen vislumbrar el cadáver de una mujer, pero ya el cemento lo ha cubierto. Se inician las pesquisas policiales, y al final Wilt es acusado de haber asesinado a su mujer y a los Pringsheim, quienes en realidad han cogido prestado un yate y han embarrancado. Como la policía no encuentra a su mujer, y son incapaces de creer la verdadera historia de cómo llegó Judy hasta el agujero, Wilt estará retenido hasta que, al fin, Eva aparece medio desnuda en casa de un párroco dipsómano e informa de que su marido nada ha tenido que ver con su supuesto asesinato.

La novela de Tom Sharpe con la que inició una exitosa serie protagonizada por el anodino Wilt es realmente entretenida. El humor ácido se superpone una escena tras otra, creando confusiones en las que nada es lo que parece, y a las que nosotros, lectores que hemos visto cómo se ha ido desarrollando la trama, hemos asistido divertidos.

Tras esa impregnación humorística latente en casa episodio se esconde, como no podía ser de otra manera, una crítica a la sociedad inglesa, que es en realidad extensible a cualquier sociedad occidental.

De un lado, tenemos el que a mi juicio es el gran tema de la obra, la hipocresía. Ésta está patente en el comportamiento de prácticamente todos los personajes con el antihéroe Wilt: sus alumnos le golpean, sus compañeros le desprecian, su mujer le ningunea,… Estamos en la sociedad en la que el valor de una persona se mueve por la apariencia, no por el contenido verdadero. De ahí que, pese a estar detenido, Wilt se considere realmente libre. La sociedad ya lo ha juzgado y encontrado culpable, pese a que no hay cadáver ni móvil. Por otro lado, de una forma sarcástica Tom Sharpe afila sus dardos dirigidos a esos seudointelectuales cuya cháchara engañabobos no es más que una cáscara vacía y desprovista de sentido, encarnados en el matrimonio Pringsheim, personajes de una moda a punto de pasar. Del matrimonio americano, sin duda el mejor carácter es el de Sally Pringsheim, verdaderamente digna del psicoanálisis, cuya forma de hablar es producto de su teoría de la liberación sexual:

- Jódeme, nene Henry- dijo, y se alzó la falda-. Móntame, querido. Dale hasta gastármelo.
- Eso- dijo Wilt- iba a ser un poco difícil.
- Oh ¿Por qué?
- Bueno, por una parte sería imposible; y, en realidad, ¿por qué iba a hacerlo?
- ¿Quieres una razón? ¿Una razón para joder?
- Sí- dijo Wilt-. Sí que la quiero.
- Razón es traición. Siente libremente.
Tiró de él hacia sí y le besó. Wilt no se sentía en absoluto libre.
- No seas tímido, nene.
- ¿Tímido?- dijo Wilt, desplomándose de costado- ¿Tímido yo?
- Claro que lo eres. Está bien, ya sé que la tienes pequeña. Eva me lo dijo…


Tom Sharpe maneja perfectamente la transición de Wilt, insertándose en esa tradición que es tan británica como el propio esnobismo sobre el que se satiriza en la obra. Me estoy refiriendo al humor british, del que pueden servir como exponentes los Monty Python, pues ésta es sin duda una novela cuyas imágenes parecen sacadas del sexteto chiflado.