martes, 27 de octubre de 2009

lunes, 19 de octubre de 2009

Noches y bares

Compréndeme.

Tampoco es que haya pensado mucho en ello,
simplemente me dejé llevar (para bien o para mal)
y acabé solo, llorando, porque
si es necesario
haré sangrar mis dedos
para poder tocar contigo.

Las horas de la tarde irán, poco a poco,
riéndose de nosotros, dejando paso a
las noches llenas de alcohol
y del humo azul de los cigarrillos,
encerrados en una habitación
transformada en el jardín de las delicias
donde poder compartir con los amigos
penas y alegrías que no se expresan con palabras;
no, más bien, quedan dichas en canciones,
en juegos, en besos, en leves sensaciones de fondo
que nos dejan (quizá) un rumor de inconsciencia.

Y amanecer, una vez más,
cerca de algo o de alguien vagamente familiar.
Quedarán los escombros de esas noches y días
en que la vida era una fiesta:
bailes, drogas, rostros, risas,
canciones, botellas vacías por el suelo,
y ceniceros repletos de pulmones…
Y después de la resaca sentimental,
acurrucada en el suelo, a un lado del colchón
ahí estará lo que no andabas buscando, pero encontraste.

Contigo es aplicable lo que decía Girondo
en su búsqueda del lado oscuro del corazón:
“Solo te pido una cosa: que sepas volar conmigo;
si no es así, estamos perdiendo el tiempo”.
Porque solo así es comprensible el amor:
celeste, etéreo, aéreo, volando…

Compréndeme.