jueves, 24 de junio de 2010

Biblioteca

Al principio no se lo conté a nadie, por miedo a lo que pudieran pensar. Mis amistades simplemente comentaban la gran cantidad de tiempo que pasaba en la biblioteca, lo que contribuía a acrecentar la fama de extraño que poseo entre mi círculo de amigos. Después, el aumento de los precios en la viviendas, las sucesivas crisis laborales y sentimentales, y cierto libro de Murakami que leí, me empujaron a tomar una decisión: instalarme a vivir en la biblioteca universitaria.

Las ventajas era inmejorables: portero por las noches, zona céntrica y tranquila, posibilidad de conexión a internet (pin SUMA mediante), habitaciones amplias, ningún gasto de agua o luz, recogida de basuras,... Mis escasas pertenencias, ropa y algunos discos, los guardé en la planta 4ª izquierda, sección Literaturas Eslavas, sabiendo que nadie pondría jamás un pie por allí salvo que fuese por error. En todas las plantas tenía al menos un aseo, y el problema de la ducha lo solucioné mediante una manguera conectada a un grifo que sacaba por alguno de los numerosos patios interiores. El menú equilibrado de la cantina, a precio de estudiante, me aporta los nutrientes necesarios. Desde entonces paso aquí la mayor parte del día. Leo, paseo,ordenos los libros mal colocados, aconsejo a los estudiantes para sus exámenes finales,... Este verano creo que lo emplearé en las Obras Completas de Tomás de Kempis, al menos hasta que vuelvan a abrirme en Septiembre. Por cierto, sería todo un detalle por vuestra parte si os pasáseis de vez en cuando por la puerta y me dejáseis algo de comida, por el problema de la inanición y demás. Muchas gracias, y venid a mi Nebrija cuando queráis.

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